El apagón y los radioaficionados
El silencio nos conforta, nos lleva en un acto de intimidad a encontrarnos con nosotros mismos, pero por otro lado también nos puede aterrar, sobre todo si es obligado o impuesto. No sabemos estar ya envueltos en el silencioso manto que puede hacer que escuchemos lo que tenemos dentro.
Hoy sin embargo, la falta de sonido, la falta de luz, es sinónimo de no estar bien, por razones más externas, más prosaicas.
Es complicado en una sociedad en la que todo ya depende de la electricidad, poder salir adelante si nos falta ese crucial elemento. Ya nos hemos convertido en electro dependientes.
En el reciente apagón, muchas personas sufrieron ese silencio informativo, ese desierto en el que de repente estas sólo ante la nada.
Es una circunstancia en la que la mente se encarga de enviarnos mensajes de alarma, de incertidumbre ante un futuro en el que todo se escapa de nuestro control. No podemos salvar la comida de la nevera, no podemos sacar dinero del banco, no podemos abrir el grifo no sabemos lo que va a pasar…
Afortunadamente no todo esta perdido. Un pequeño grupo de gente, casi frikis, han dado la solución a las angustias de todos. Los radioaficionados, ese grupo pequeño de personas que vigilan las ondas, fueron el puente que unió a la sociedad con las autoridades, con los servicios de protección y con las fuerzas de seguridad. En Aragón, los repetidores siguieron funcionando con normalidad, gracias a los mecanismos de autonomía de los que disponen ante cualquier imprevisto. Quizá y en esos momentos se pudo constatar más que nunca, que el pueblo responde con entereza ante las dificultades comunes. Somos solidarios, y el grupo que “cabalga por las ondas” volvió a dar el “do de pecho” atendiendo y sirviendo al colectivo.
Todo el mundo conoce que las comunicaciones son un elemento básico ante una emergencia, del orden que sea. No en vano, numerosos de nuestros compañeros forman parte del grupo de emergencias de las comunicaciones (Remer). Creado para poder responder a la mayor brevedad posible, y de forma organizada ante una catástrofe, por la Dirección General de Protección Civil.
En este grupo, y en el colectivo en general, ya se han dado numerosas pruebas de la eficacia y de lo necesario de estar informado ante situaciones que ponen a prueba o superan a las fuerzas de seguridad del estado.
No sólo en el último apagón, en el terremoto de Lorca, fueron los radioaficionados los que permitieron coordinar la ayuda entre hospitales y cuerpos de seguridad. En los incendios de Galicia, y Aragón, los voluntarios con las emisoras, ayudaron a establecer comunicaciones con los servicios de emergencia, y lo que es más importante, fueron partícipes de la seguridad de los vecinos afectados.
Lo mismo ocurrió en la nevada del temporal Filomena, que colapso Madrid y otras zonas del país. Esto ocasionó que muchas localidades quedaran incomunicadas. Fue fundamental la colaboración de los radioaficionados para informar del estado de las carreteras, avisar sobre las personas que se habían quedado atrapadas, o mantener el contacto que tranquilizaba a los perjudicados aportándoles la necesaria información.
Aunque se vaya la luz, aunque tengamos cualquier tipo de contratiempo, siempre podremos contar con una voz amiga…
Gracias a todos los radioaficionados que siempre están dispuestos a colaborar por el bien común. Discretos, humildes, pasando desapercibidos, pero siendo la palabra que guía y el calor que llega a través de las ondas.
José Ignacio EA2EYQ